El campamento donde sucedió la masacre de Napalpí, llamado
"el Aguará" tenía la característica de estar íntimamente relacionado
con la religión de los aborígenes, tal es así que los indígenas siempre
celebraban danzas y fiestas en honor a sus dioses, dando gracias a la
naturaleza y a lo que ésta les brindaba. No hay presencia de iglesias católicas
en la región, pero si hay templos, donde se cree que los aborígenes aun
practican su religión reservadamente. Testimonios destacan que, cuando la
’seca’ llega a su fin y se produce una gran tormenta con sus fuertes lluvias,
ante de los precipitaciones los indígenas dicen escuchar los ‘tambores’ que
ejecutaban los antiguos lugareños masacrados.
Los habitantes consideran el lugar como
sagrado, razón por la que no ponen monolitos, placas o señalizaciones de lo
ocurrido en la masacre, en vez de ello transmiten su cultura e historia de
forma oral.
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